Los poetas avanzan como los pájaros cantan a las horas más absurdas y lloran cuando nadie los está mirando.
Parece que en las manos tuvieran ojos y la noche una lámpara eterna que ilumina sus sábanas no siempre tan blancas.
Los poetas se enamoran de las cosas, de todo... como una dama pintada de amarillo en la puerta de un burdel o de una imagen sentada en un banco de la plaza.
A veces las musas se sientan en las puertas de una iglesia y blasfeman contra el mundo, mientras el poeta las mira como si fueran estatuas de altares manchados de tiempo...
Son raros los poetas, manejan a oscuras y aman como si el mundo se estuviera acabando.
Se beben el vino en un vaso de cristal francés o bien en un jarro de porcelana a la orilla del camino.
A propósito... ellos son caminantes, llevan los zapatos mal puestos mientras tengan la voz eso no es importante, qué decir de la camisa o el vestido en el caso de la poetisa...
Ellas son raras, hablan de los muertos, de las cruces y recogen celofanes y hojas color violeta que entregan a los molinos de viento que alguna vez se les cruzaron en la hora de la siesta, porque ellas no duermen no hornean el pan, no entienden...
A ellas no les gusta que le digan que sus versos son bonitos, no las ofenda usted, que ellas cantan porque les nace porque les gusta viajar en silencio.
Ellas son angelicales a ratos, en la madrugada casi siempre, cuando los verdaderos ángeles descansan a los pies de los niños.
Los poetas viven en un mundo de aguaceros cuando nadie los mira, cuando nadie sabe que piensan y caminan como cualquier hijo de pueblo.
Los poetas son raros, insisto créanme, es cierto, al menos eso es lo que he visto...
FATAMORGANA Patricia Lara Arriagada
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